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Cartas desde el Gulag

AMARGOS RECUERDOS

[Música de fondo: "Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor", de Borodin, interpretado por el coro de bellas katyuskas rurales del koljós del norte...]

Hoy nieva como si dios estuviera sacudiéndose la caspa de los hombros. Aquí en mi celda solitaria, apenas compartida con otros veinte desgraciados, garabateo mis ideas sobre unos pedazos de papel higiénico usado. Los recuerdos vienen a mí, atropellados, como los golpes de Pyotr y Yevgeny, los guardias armenios que se encargan de mantenernos en calor. Echo de menos tantas cosas, tantas... Pero sobre todas ellas, incluso por encima de mi osito de peluche, la imagen de Natasha se alza sobre todas las demás. Natasha, mi amor, mi delirio, mi perdición... ¿dónde estarás ahora? ¿Yacerás en la cama de algún preboste de las altas esferas de Moscú? ¿Te habrán obligado a satisfacer sus instintos más bajos y rastreros? ¿Quizá seas la esclava sexual de alguna matrona uzbekistana? ¿Acaso habrás acabado en las casas del placer de Murmansk, allá donde Pedro el Grande perdió el gorro..? Natasha, mi pobre Natasha, apartada de mis brazos por el destino cruel. Aún recuerdo cómo introducías tus delicados dedos en mis globos oculares, cómo mordías la punta de mi lengua cuando intentaba besarte, cómo hundías la afilada puntera de tu botín de cabritillo en mi escroto dolorido... Y todo para demostrar tu afecto y tu abnegación.

Natasha, secuestrada por los soldados cosacos allá en nuestro palacete a orillas del Volga, donde vivíamos felices con mis padres y Nicolai, el bello jardinero bieloruso. No teníamos jardín, pero Natasha aducía que sería un verguenza dejar en el paro a un chico tan bien dotado como Nicolai. Así era Natasha, siempre atenta, siempre dispuesta a hacer lo que fuera por los más necesitados... Como aquella tarde, por ejemplo, en que accedí al establo para enjaezar a mi montura y los pillé a ambos desnudos en mitad de la paja. El pobre Nicolai se había quedado sin ropas, tras ser asaltado por unos malévolos bandidos ucranianos, y ella, ni corta ni perezosa, se había despojado de las suyas para cubrir su musculoso cuerpo antes de que pillase un resfriado.

Natasha... ¿Cuánto dolor puede sufrir un hombre? Aquí en el gulag, apartado de la corte y de la francachela de la alta sociedad, sin saber si vives o mueres, mi alma se angustia cada segundo. Mis compañeros de celda, mientras hacen cola para abusar de mí, tratan de consolarme con animosos golpes en las corvas, o con pellizcos de comprensión en las orejas.

El papel higiénico se acaba, entre mancha y mancha de dudosa procedencia. Tendré que esperar al próximo caso de disenteria para poder seguir con estas memorias. No tengo prisa; aquí el tiempo casi no tiene sentido.

Saludos desde el gulag.

7 comentarios

Fri -

Jajajaja

Ya lo veo. Bueno, se agradece el esfuerzo. :-)

Sttrujuasky -

goboryu po-rushky, tovarich, pero en plan patatero, se hace lo que se puede :)

Fri -

"Dasdinanya"?
"Spassiva"?

Shto eto takoe? Vy govorite po-kitaiski?

Sttrujuasky -

Spassiva, hermano Karamazov, spassiva. Juntos brindaremos con un triste samovar sobre la fría tumba de Catalina, el pendón más grande de todas las Rusias, Cruzado Mágico dixit.

Saludos desde el gulag.

Van Doren -

Saludos , Babá, me mola el blog tanto como a un podésaul de cosacos el beber champaña robada sobre el canalillo de una moza ucraniana. Me gustaría volver a ver los abedules inclinándose al viento de las riberas del Dnieper mientras suena el rasgueo de la balalaika en las chozas de los colonos. !Con los zares vivíamos mejor!
Dasdidanya, babá.

sttrujuasky -

Spasiva, tovarich Kiri, porque aquí en el gulag sólo tomamos gachas...

Kiri -

Pa verte matao...
Anda, toma una almendra garrapiñada.